La calle
está que suda humedad.
Por las
tapas de las alcantarillas
sube humo
caliente y denso.
Paso tras
paso
entramos en
la neblina
y en la
oscuridad de los faroles
amarillentos
del Centro.
Lo único que
puede acompañarnos
en este
momento
es la
soledad de un lugar que
de día
retumba y de noche
se vuelve
desierto.
Se escuchan
a lo lejos
como
susurros
risas y
llantos mezclados.
Y entre
medio nos cruzamos
con los
personajes que viven
en la
medianoche
-o que nunca
duermen-
Pero no
vemos personas
sino
siluetas, sombras que pasan.
Un hombre
toca la flauta
vestido de
blanco.
Es el ángel
de la madrugada.
Creo haberlo
visto
con la misma
flauta y la misma ropa
otro día a
las tres de la tarde.
El cemento
está lleno de gotas de sudor
y podemos
ver en el aire
la densidad
de la noche
a cara lavada.
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