7 de agosto de 2014

Espero

Una puerta
una escalera a oscuras,
y un par de tubos fluorescentes
titilando en el fondo.
Es una de esas noches
que nos toca salir a dar vueltas
por una ciudad que no conocemos
y nos dejamos guiar
por los carteles brillantes
de los restaurantes
y por el sonido lejano de una música
ardiente e imprecisa sonando
a la vuelta de alguna esquina.
Perseguimos aquella que
más nos atrae
por su fogosidad,
por su viveza.
Y llegamos al escenario donde
 bailan un par de mujeres
 la melodía chirriante
de una cumbia
mientras tan solo un hombre
se atreve a danzar en la pista.
Olor a perfume barato, pisco
y rouge.
Un mozo de barra.
Me río
-nunca puedo evitar reírme-
y nos vamos.
Espero que no caigamos
en la ilusión perversa

que ofrecen los casinos. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.